jueves, 20 de agosto de 2009

Diego también llora

Cuando un hombre llora, algo sumamente doloroso o increíblemente bello pasa por su vida. Un día del fatídico Junio de 1990, Diego Armando Maradona dejó que las lágrimas inunden su rostro. Ese año, se jugaba el Mundial de Italia y él, la bandera de ese equipo, sabía que llegaban con jugadores lesionados y él arrastraba un tobillo inflado de tanto golpes, que parecía una pelota de tenis.
Los albicelestes, campeones hace cuatro años en México, tenían que defender su título. ‘Para quitarnos el campeonato van a tener que abrirnos el corazón’, había profetizado el ‘Pelusa’.
Su equipo llegó a la final, perdieron contra Alemania por un gol de penal que hasta ahora siembra dudas si fue correctamente cobrado.
En el momento de la entrega de las medallas al segundo lugar, él fue adelante, a recibir ese puesto que nunca quiso y del que siempre vivió lejos. Entonces se mordió los labios, pero el agua de los sentimientos bajò por su mejilla. ‘¿Y cómo no iba a llorar? Me habían arrancado la Copa del Mundo. Me la habían robado. Y la gente me silbaba ¿Qué más querían? Pisotearme, escupirme. Ellos no se daban cuenta de que mi dolor era haber perdido la Copa. Después, en Argentina, quisieron festejar: ¡los segundos puestos no se festejan!’, contó ‘Maradios’.
¿Se es un cobarde porque se llora ante la perdida de un amor?.
El reloj señalaba las 11 de la mañana, casi nadie camina por el jirón Quilca. Nos habíamos citado en ese lugar porque ambos transitábamos confiados por esas casas. El bar Queirolo en la esquina, el ‘Pelícano’ metido en el boulevard vendiendo casetes de una música que nos hacía felices. La vi desde el fondo, con ese caminar abandonado o como decía un amigo: ’la cosa es que llegue’ y llegó. Sonrió y por enésima vez vi su dentadura, sentí frío en mi estómago y no supe si acercarme y darle un beso en su mejilla o quedarme quieto. A ella parecía no importarle una cosa ni otra. Volvió a reír y fue cuando le dije con toda la valentía del mundo, con el coraje que me daban las lecturas de novelas románticas que había leído y la gallardía que había escuchado deben tener los que se enamoran: ‘Estás bonita, diría muy bonita’.
Se sorprendió y cuando pensé en la peor respuesta, escuché: ‘Cómo sudas’.
Desde ese día, cada vez que la veía llegar, pasaba mi mano por mi labio, para que note mi sudor que era lo mismo que mi nerviosismo y le daba un beso en la mejilla.
Un día, la encontré en Plaza San Martín, nos íbamos al teatro de la universidad y ella me pidió: ‘No quiero ir, vayamos al cine. Quiero ver algo diferente’.
Yo, un hombre cuya única misión en este mundo era hacerla feliz, acepté su propuesta. Subí las escaleras provocando que mis manos choquen con las de ella cuando ambos caminábamos, pero mi esperanza es que la tomara y entráramos así a la sala. Pero nada de eso ocurrió. Nos sentamos al centro y ella apoyó su dorso sobre el brazo izquierdo de su asiento y me miró: ‘A ti no te gustan las películas de acción, ¿por qué has aceptado venir?’. La sentí desafiante y hasta burlona. Por un instante sentí bronca y me animé a decirle todo lo que me ordenaba mi corazón golpeado: ‘Porque para mí lo más importante es estar a tu lado’.
Solo me miró con ternura, como lo hacía mi mamá cuando le traía su chompa para que se abrigue.
Me acarició mi cabello, luego me despeinó y dejó de lado la sonrisa y comentó: ‘A este paso, me voy a enamorar de ti’ y la maldita película anunció que empezaba.
Todos los días, saliendo de clases, nos íbamos juntos al paradero, aunque los ómnibus que tomábamos iban en sentido opuestos. Ella subía a los que se iban a Surco, yo los que cruzaban todo el cono norte.
Una tarde, sentados en el salón de clases, cuando todos se habían ido, ella sacó una revista de Mafalda y empezamos a reírnos de las ocurrencias que allí se escribían. Reía tan fuerte que se tapó los oídos, como diciéndome que me calle y yo le dije bajito aunque exagerando en el movimiento de mi boca: ‘TE AMO’.
Por primera vez la vi sonrojarse y puso la cara más seria que podía mostrar: ¡¿Qué has dicho?!.
Temblé, tuve miedo, otra vez el airecito invadió mi estómago, me vino a la mente los tiempos en que en el colegio me llamaban a exponer y moría de vergüenza. ‘Lo que pasa es que a veces soy muy soñador’ fue lo primero que se me vino para responderle. ‘Y siempre quise de chica a alguien como tú. Linda, por que para mí eres preciosa, divertida, te gusta lo que yo quiero. Te emocionas con cosas que a mi me estremecen y además, tus labios son mi obsesión’.
Sonrió, yo recordé una telenovela mexicana que mi viejita gustaba mirar donde el galán se aleja de la chica y ella le grita: ‘Yo también te amo’. Por un segundo pensé imitarlo, pero la puerta del aula estaba muy lejos. Volví a mi realidad y decidí quedarme a escuchar el veredicto de la juez. Pero mi moral estaba arriba, recordé a un ganador con las chicas como mi amigo Román y su sentencia sobre el enamoramiento. ‘Muchas veces no es importante si te dan un sí. Lo mejor es decirle a las personas todo lo que sentimos por ella, eso te libera’. Y era verdad, estaba como un niño que comió su torta en una fiesta de cumpleaños. Satisfecho, calmado y con ganas de ir a casa a dormir. Me vino un sueño y escuché: ‘Ey, que esperas que no me besas. Los enamorados siempre lo hacen’ y no esperé más.
Fueron 2 meses maravillosos, llenos de imaginación. Con algunas licencias para tocar su cuerpo. Y me olvidé que ella, antes de darme el sí, me confió su sueño más importante: irse a estudiar a Francia. Sus anhelos de ser escritora, las ganas de conocer el viejo mundo y el respaldo de su viejo para que lo logre.
Evité el tema, pero lo sentía rondando como un ladrón de mi alegría, de mi felicidad. Cada noche, cuando me metía a la cama, sentía que había vencido al tema de su partida, pero en el fondo era consciente que lograba ganar batallas, pero la guerra todavía no había estallado.
Un jueves no llegó a la universidad, pese a que era día de examen. Cuando apareció el profesor, salí corriendo en busca del primer teléfono público que estaba ocupado, pero igual hice la cola y llamé a su casa. Otros tiempos, pocos usaban celular, nadie tenía un correo electrónico. Respondió su hermana y pedí que me pasen con ella y al otro lado otra vez oí esa sonrisa que ahora me provocaba terror, la sentía burlona. ‘Ya sé porque llamas, tranquilo. No voy a seguir en la universidad, me dieron la beca de INABEC. Cumpliré mi sueño de viajar a Europa y seré una gran escritora’. Entonces recurrí a la mentira. ‘Ya cierran la puerta y me van a dejar sin dar la prueba, después te llamo’.
Desaparecí por completo. Ni Quilca, ni cine, mucho menos clases. Dos meses era muy poco tiempo para llevarla a mi casa y lo agradecía, porque no podría irme a buscar. Cada noche, llegaba asustado a casa y siempre el mismo comentario: ‘Te llamo…’ y siempre mi misma interrupción. ‘No me digas nada mamá. No estoy para nadie’.
Un mes después, con el ciclo perdido y caminando por rutas que estaba seguro nadie me iba a encontrar, decidí irme al puerto del Callao. Allí estaba mirando el mar cuando la tarde llegó y decidí regresar a casa. Tomé el primer micro que me saque hasta la avenida Fauccet. Bajé y tomo otro que vaya hasta el cono norte. Entonces subí a uno más o menos vacío y me senté junto a la ventana. Iba metido en mis miedos, cuando el ruido de un avión que recién agarraba vuelo me desconcentró. Miré como se elevaba y recordé que a Europa solo se va de esa manera y que ella podría estar viajando allí y no aguanté más y me puse a llorar.
Este maradoniano había perdido su amor y no tenía porque retener las lágrimas que se escapaban de mis ojos. El Diego lo sabría entender.

5 comentarios:

  1. Que triste y que romantico eres. Muy bontia historia Fer, espero que haya reencuentro.Fanny

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  2. Que linda historia, estuvo bien romantica, al final casi me hicistes llorar.Briseth

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  3. Sabes lo que mas me gusto de esto, recordar sitios, el Santiago Queirolo por ejeplo, Surcos o la Plaza San Martin, algun dia volvere a Lima...
    Un abrazo Davila, y sigue tu no mas en una de esas le das con el palo al gato y te editan

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  4. Es bueno recordar, es mejor escribirlo pero mucho mejor compartirlo; lo mas importante son tus sentimientos chavo; sigue adelante que estamos orgullosos de tu trabajo.

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  5. Una vez más como tantas veces me das en el centro de mi pequeño corazón y al igual que Maradona no puedo aguantar las lágrimas. Bellísimo mi hermano

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