lunes, 31 de agosto de 2009

Maradona, política, dictadura y amor

Lo que nunca le perdonaron ni le perdonarán a Diego Maradona es que se atrevió a opinar de todo. Por ser futbolista, jamás se detuvo a soltar un comentario de música, economía o política. Lejos de hablar solo de la pelota, el Genio tocó todos los temas. Amigo de Fidel Castro, se pronunció sobre los años que tiene en el poder uno de los ‘Barbones’ más famosos de la historia. ‘Toda Dictadura es mala, perjudicial, de eso no tengo dudas, pero en Cuba veo un pueblo con todas las necesidad básicas cubiertas y pueden ser profesionales sin faltarle comida ni desarrollo intelectual. He comprobado como él se preocupa por su gente, no como otros que asesinan a los opositores y desaparecen estudiantes, descuartizan obreros’.En el año que Alberto Fujimori planeaba su segunda reelección, ella entró a practicar al ‘Ministerio de Economía’. Yo la conocía por que siempre la veía llegar apurada cerca de las 7 de la noche. Me ubicaba en el busto a César Vallejo que está en la entrada de la Facultad de Letras y casi mirando mi reloj, sabía que era inconfundible su aparición. Le encantaba usar pantalones de vestir, unos tacos pequeños, blusas de mangas largas, ceñidas a su cuerpo y una chompa que siempre llevaba abierta. Tenía cuatro pantalones, un azul, otro negro, también un beige y uno rosado que era el que más me gustaba e impactaba. Apenas dos jeans, azulino y celeste, y un par de zapatillas Power de color blanco.Creo que tenía buen carácter, siempre la veía irse por las noches acompañada de dos amigas, un gordita habladora que la hacía reír. Solo un viernes en la noche la vi pasar apurada, sola y muy seria. Por esos tiempos, yo había decidido llevar dos cursos en el ciclo. En las mañanas trabaja en una revista de policiales que no tuvo trascendencia en el periodismo limeño, pero yo era muy feliz recorriendo comisarías y buscando entrevistar asesinos, mafiosos y transcribir crónicas que me dejaban satisfecho. Abandonaba la redacción a las 5 y 30 y partía a la ‘Ciudad Universitaria’ a sentarme en ese lugar que era como mi oficina.Una tarde, con un fotógrafo del trabajo acordamos ir a un mitin d eprotesta contra el gobierno. Sentados en medio del parque, vimos como iban llegando los estudiantes con sus gritos contra el gobierno. Una delegación de la universidad donde estudiaba hizo su ingreso por el boulevard de Quilca, por el costado del cine ‘Colón’ y en medio de todos, estaba ella. Allí, con su mano llena de pulseras, un polo que tenía pintada la frase ¡Abajo ‘Chinochet’!. Comparando al primer gobernante con el chileno Augusto Pinochet.Estaba totalmente cambiada, sin la ropa que yo conocía de memoria. Un jean con roturas a la altura de su rodilla, una vincha que levantaba su cabello, unas zapatillas ‘Old Star’ azul y con la cara llena de esa furia que jamás le había visto.Gritaban sin parar y a ella le saltaban las venas de su cuello. Estaba con la gordita de siempre, aunque a su lado estaba una chica muy delgada de cabello castaño y un tipo con cara de palomilla, con un jean celeste y unas zapatillas Adidas negras. Tenía una mochila con un parche del ‘Che’ Guevara y usaba un polo con la inscripción de ‘Metallica’. Le habló a ella y le arrancó una carcajada. Lo odié al tipo y ella me pareció mucho más linda que en la universidad.Junto a mi amigo, me fui metiendo más al medio, al fondo se escuchaba un megáfono que anunciaba la llegada de las distintas delegaciones de pueblo que venía a protestar para que se venga abajo el gobierno.Pasé por entre las madres de los chicos desaparecidos de la ‘Cantuta’. Las vi tan tristes, pero con la cara llena de esperanza de encontrar justicia, que sentí impotencia. Seguí avanzando y mi amigo me susurró al oído: ‘Nos estamos metiendo muy al medio. Si los ‘tombos’ meten una bomba lacrimógena, nos jodemos’. Le respondí con una sonrisa y seguí avanzando. Me puse al costado del muchacho que la hacía reír y empezaron los gritos: ‘A ver, a ver, quien lleva la batuta, el pueblo organizado o el gobierno hijo de puta’. La miraba sorprendido como se transformaba, lo chillona de su voz y la rabia con que lo decía. Fue en el cuarto lema, que me miró y me dijo imperativamente. ‘Ey compañero, tienes que gritar, no pareces Sanmarquino’.Al día siguiente, como todas las tardes pasó, otra vez con el pantalón de vestir y su blusa manga larga. Me vio y se acercó: ‘Hola, el gobierno está fuerte, no hay que aflojar con la protesta’, fue lo primero que me comentó.La vi de pie, descubrí un lunar debajo de su oreja izquierda y tomé aire. ‘Hay que seguir, ahora es cuando más debemos estar unidos. Pero acá nadie se preocupa, porque todos siguen estudiando como si el futuro estuviera clarito. Creen que ser profesionales los librará de cualquier caos que ocurra en el país’. Me miró, le gustó mi comentario y me dijo. ‘¿Estudias en esta facultad?’.Desde ese bendito día, pasaba, me levantaba la mano y sus amigas también lo hacían. Nueve días después se acercó, me dio un beso en la mejilla y me dijo: ‘Mañana hay otra marcha, saldrán de la puerta de la Universidad Católica’. Será a las 5 pm, no sé si llegaré. ‘¿Trabajas?’ y empecé a caminar como saliendo de la ‘Ciudad’ y ella siguió. Esa noche me comentó sobre sus prácticas en esa entidad del estado, también de sus gustos por la ‘Nueva Trova’. Llenó de elogios a Silvio Rodríguez y cantamos un par de canciones. Sonrió de mi voz y aseguró que cantaba horrible. Me llamó la atención por no llevar todos los cursos, me advirtió que eso me iba a perjudicar y yo le hablaba de los delincuentes con quienes conversaba y entrevistaba. Le dije que me encantaba el rock subterraneo y le cantaba las letras, que para mí, eran contestatarias y para ella eran de antisociales. Todas las noches salíamos juntos a tomar el micro. Me contó que el muchacho que tanto la hacía reír en el Mitin ya no se acercaba más porque pretendió algo más que una buena amistad y por eso dejaron de frecuentarse. Sentí felicidad y entendí que saboreaba mi primer triunfo.La tan promocionada marcha había llegado, yo la esperaba a media cuadra de la puerta donde se concentraban los muchachos. Varios chicos y chicas de la universidad estaban rondando, un amigo me saludó, peor me hice el indiferente y apenas si le levanté la mano. Mi fotógrafo, porque fui con él para justificar mi salida de la revista, comía una paquete de galletas. Me quiso invitar una, pero le dije que no deseaba. Miraba para todos lados y apareció ella, con un bolso tejido, unas sandalias rosadas y un pantalón beig. Primera vez que miraba sus pies, la uña de su dedo meñique estaba muy recortada. Brillaban, pero era un color natural, nada escandaloso.Se acercó y medio un beso en la mejilla, sentí la suavidad de sus labios y la miré: ‘Estás toda guerreraza’ le comenté. Volvió a sonreír y me dio la mano: ‘Apúrate loco, que estamos muy apartados del grupo’. Me dejé llevar unos tres metros, entonces paré. El fotógrafo de la revista se acercó, lo presenté y le dije: ‘Ya sabes, cubre todo lo que pase, luego te vas a la revista y yo mañana llego a escribir todo’. Me miró y movió su cabeza aceptando mi sugerencia.Me paré a su lado y pude comprobar que era unos centímetros más baja que yo. Me encantaban sus pies y los volví a mirar. Sacó el derecho y lo pasó por su pantorrilla izquierda y me encanto. Despertó mi morbo y decidí explorar su anatomía. El pantalón pegadito dejada traslucir los bordes de su trusa y soñé con ella. Sus brazos me gustaron, inspeccionaba su senos con mis ojos, cuando ella me descubrió. No supe que decir, creo que la sangre invadió mi rostro, sentía que mi cara se incendiaba y ella me tranquilizó. ‘Una cuadra más abajo, hay un grafitis extraordinario. Lo han hecho parafraseando con el tema ‘Te doy una Canción’ de Silvio Rodríguez’. Lo recordé de inmediato y canté. ‘Como gasto papeles recordándote, como me haces hablar en el silencio…’ y fue cuando me interrumpió. ‘Esa parte, pero la han cambiado por ‘Democracia, como gasto paredes recordándote’.





Me emocioné y fue cuando le vi que un cabello se había metido entre su boca y se lo quité con delicadeza y le comenté. ‘Me hubiera encantado saber tocar guitarra, tampoco me animé a aprender y eso que caminé con gente que si sabía. Pero bueno, igual te diré algo de una canción que me gusta mucho: ‘Ayer no salió la luna, eras tú’. Me miró con atención, como si quisiera leer mi mente o mis ojos. Y entonces traté de salir de ese momento y apelé a una broma. ‘No digas nada, la revolución no da tiempo para los elogios’ y ella rió y su frente se arrugó y respondió. ‘Pero sí para el amor’ y nos fuimos a unirnos al grupo que ya empezaban con sus arengas contra el Dictador.Sudados y extenuados caminábamos por la avenida La Colmena rumbo a casa. Había sido una jornada muy larga y agotadora. Miré sus pies y soñé con llegar a casa y echarla en la cama, traer agua tibia y lavárselos mientras le hacía unos masajes. Ella me miró y preguntó: ‘¿Te gustan mis pies?. Como lo miras tanto’. Ensayé una mentira. ‘Es que son graciosos, delgaditos, pequeños, parecen de una niñita’, mentí, porque esos pies me atraían por sensuales.Nos detuvimos en una esquina para dejar pasar un auto rojo y se paró delante de mí. Un policía se paró al costado y la miró descaradamente. Lo miré con rabia y se dio cuenta y soltó una risa burlona. Ella se percató, me tomó del brazo y apoyó su cara en mi hombro. El hombre de verde la miró y ella mirándolo se dirigió a mí: ‘Crucemos amor’.
No creo que haya creído que era su enamorado, pero m sentí bien. Avanzamos y el ‘enemigo’ se había quedado al otro lado, estático, mirándome y con la risita burlona. Fue cuando escuché su voz más tierna que nunca. ‘Perdóname, pero tenía que decir eso para que deje de mirarme como lo hacía’. Sentí deseos de decirle que estaba bien, es más, si deseaba ‘mentir’ de esa manera otra vez, yo me ofrecía sin problemas.
Seguimos avanzando y una puta ofrecía su cuerpo en jirón Cailloma. La mujer de unos 46 años, minifalda negra exageradamente corta y con los labios pintados de una manera escandalosa, me regaló una mirada que seguro consideraba muy coqueta y ella se dio cuenta y sonrió. ‘Si no estoy acá, te rapta’ y se prendió de mi brazo.
Dos días dejé de verla. Nada de llamadas ni mensajes en los correos. Metido en mi trabajo, buscando una exclusiva con una pandilla de Villa María del Triunfo, que habían matado a un vigilante del hospital ‘María Auxiliadora’, recibí su llamada. ‘No me has buscado, mira que se viene la protesta final. Todo esta listo para que lo reeligan al ‘asesino’ y se van a intensificar las marchas. Tenemos que vernos, en la noche paso por tu ‘oficina’ que tienes en la entrada de la Facultad’ y me dejó su sonrisa.
Para mi fu un orgullo que la secretaria de la revista diga a todos. ‘Acaba de llamar su chica, que linda voz tiene’.
Esa noche, la vi más bella que nunca. Subimos al micro y me contó de los que trabajaban con ella en el Ministerio. Conocí a Doña Martha, me habló maravillas de la señora, que tenía un esposo abogado y dos hijos. Que uno estaba por terminar el colegio y le había pedido estudiar periodismo. También me comentó de Giuliana, la chica con que la que casi almorzaba todos los días, que eran buenas amigas, pero ella estaba a favor del gobierno y por eso la andaba evitando los últimos días.
La observaba con amor, creo que lo sentía. Me daban ganas de tocar su cabello y para hacerlo y no ser rechazado, le daba palmaditas en la cabeza y ella siempre me regalaba una sonrisa. Cuando me hablaba de un tal Roberto, que trabajaba en Tesorería, al lado de su oficina, sentí celos, mucho más cuando me contó que siempre le traía una barrita de chocolate. Pero me tranquilizó cuando agregó a su comentario. ‘es bien lindo, pero no me gusta. Habla de todo, menos de cosas interesantes’.
Tomé valor, el carro estaba lleno y me apuré a tratar de decir un piropo de esos que siempre soñé decir pero que jamás me anima a hacerlo. ‘Pareces una niñita contando como te fue en el colegio y yo parezco tu papá que te escucha atento. Si un día tengo la dicha de tener una hija, te juro que me encantaría que sea como tú’. Creo que iba a decir algo, peor no se lo permití, porque sobre el final de mi fase, inicié otra. ‘Luchadora, que sueñe con un mundo distinto, que le guste los chicos que hablen cosas interesantes, que se recoja el cabello, también que tenga tu rostro, pero sobretodo tu nariz, que me encanta’.
Una semana después de mi piropos tuve que viajar a Piura en busca de un maldita banda de narcotraficantes que habían caído y como tantas veces, debería ingresar como visitante a la cárcel y entrevistarlos.
Ni bien regresé a la redacción, llamé a su trabajo y me respondió: ‘Ni una llamada de Piura. No entiendo como puedes desconectarte cuando las cosas están cada vez más difíciles. Esta noche encontrémonos frente a la embajada Argentina, no quiero ir a la Universidad. ¿Tú sí?’.
Sentados en la plazuelita, frente a ese pedazo territorio que tienen los argentinos en nuestro país, comimos galleta y una botella de frugos cada uno. Hablamos de música, cantamos el tema Fernando Ubiergo ‘Yo pienso en ti’, a pedido mío obviamente. Jugamos a mirar a los transeúntes y alucinar con los problemas que podían tener cada uno de ellos. Me pellizcó cuando le bromee sobre su nariz. Le hice cosquillas cuando se burló de uno de mis ídolos ‘José María Arguedas’. Así pasamos casi toda la noche, sin importarnos el tiempo ni los peligros. En un momento se puso triste, su rostro tomó una seriedad que no había visto y me miró a los ojos. ‘La otra semana se decide todo. No entiendo como la gente puede seguir creyendo en ese hombre que desaparece estudiantes, obreros y todos los que se opongan a sus ideas’. La tranquilicé, trate de explicarle que no todo estaba perdido, me acordé de una canción que decía ‘Cuando estés mal, cuando estés sola, cuando ya estés cansada de llorar, no te olvides de mí porque sé que te puedo estimular’ pero creo que no era el momento de cantar, aunque seguro que reiría. Me puse serio, era el momento de ser un hombre de verdad que cuide a su amada, a la futura esposa y entonces la tomé de los hombros, la miré a los ojos, recordé el tema ‘Muchacha ojos de papel a donde vas, quédate aquí hasta el alba’, quise decirle algo lindo, pero estaba trabado. Pensé besar su frente, porque creo que esa es la máxima expresión de ternura, pero no me animé y fue cuando me di cuenta que no tenía nada listo en mi cerebro para este momento y fue cuando la pegué a mi cuerpo, pase mi mano por toda su cabeza y solo le dije: ‘Vamos a ganar, la gente no puede ser tan cojuda,, tan mierda. Vamos a ganar porque quiero tener hijos y que sean libres para pensar, seguros para soñar, sin que nadie les interrumpa sus ideales’.
Ella me miró sorprendida. ‘¿Tienes novia y no me lo habías dicho?, ¿te vas a casar y yo ni enterada?’.
Entonces reí, pero ella seguía seria. Fue cuando le volví a pasar mi mano sobre su cabello, con suavidad y respondí. ‘En el futuro, seguro encontrare un ‘revolucionaria’ que me ame y tendremos nuestros retoños y quiero que vengan en Democracia’. Ella movió la cabeza y respaldó mi idea. ‘Tienes mucha razón, por ellos es que no podemos parar’.
¿Por ellos?. Esta chica me había leído el pensamiento o el amor me hacía imaginar lo que no existía. Su comentario parecía decir que mis hijos iban a ser los suyos y mi cabeza pensó mil cosas y recordé a Don Mario Benedetti: ‘En resumen, estoy jodido y viceversa’.
El domingo, día de las elecciones, como era de esperarse, fuimos juntos a votar. Iríamos primero al colegio donde ella tenía que sufragar y luego al mío. La esperé en el kiosko de periódico que estaba ubicado a dos cuadras de su casa. Leí las portadas de los diarios, solo uno titulaba ‘Hoy se termina la Dictadura’, pero los demás solo mencionaban lo de siempre. ‘Todos a votar por el Perú’.
Estaba mirando la contraportada de una revista deportiva cuando sentí su dedo sobre mi hombre. ‘Ya llegué’ escuché su voz, volteé de inmediato y la vi, con la sonrisa cubriéndole el rostro, con esa vincha que la hacia bella, con el cabello mojado y le dije con todo el amor del mundo. ‘Hola Democracia’. Me miró con ternura, los ojos le brillaron y solo comentó. ‘Ojalá ganemos’.
Todo fue muy rápido, nos sentamos juntos en la combi y veíamos a la gente subir apurada. Ella no comentaba nada, yo iba con la mirada baja y veía sus manos, sus uñas sin pintar y esta vez solo tenía una pulserita con los colores del ‘Tawantisuyo’.
Se dio cuenta y me miró riendo. Aproveché para tomar su muñeca y acariciar el tejido. Reí y le acaricie su cabeza. Como tantas veces, ella se dejó llevar por mi mano y soltó su risa más calmada. Estaba tranquila, ni ansiedad ni amargura invadía su espíritu. Esperaba con calma el desenlace.
Llegamos al colegio donde iba a dejar su voto, había una cola larga, que avanzaba lenta y entonces la acompañé, conversamos un poco y aproveché para decirle que mejor iba donde me tocaba sufragar, que era muy cerca de allí, y después, nos encontrábamos en la puerta. Apure el pasó, un carro me tocó el claxon y creo que el chofer me mentó la madre. Allí me di cuenta que imprudentemente había cruzado la pista.
De regreso, le invité una papa rellena que vendía una señora con un polo naranja, igual al color que utilizaba el partido de gobierno. Ella quiso que busquemos otra vendedora, pero le dije como le diría un padre a su hija cuando le inventa una mentira piadosa para que coma toda su comida. ‘Déjala, así le enseñamos como somos los demócratas’.
Avanzamos hablando de música, del cine y me salió con algo que me sorprendió: ‘Me encanta ‘Chacalón’. Te voy a prestar el CD y préstale atención, es un sociólogo de los cerros’. La miraba admirado, su belleza, sus comentarios, sus historias y su lucha me tenían cautivado.
Cerca de su casa, como siempre, me despedí en el ‘Kiosko’ de periódico y aproveché para darle un beso en su mejilla. Antes de irme, le solté una pastilla para su moral. ‘Ni bien cae el tirano, te llamo’.
Cerca de las cuatro de la tarde, cuando ya todo estaba por terminar, prendí el televisor y escuché el flash a boca de urna. ‘Alejandro Toledo 48 %, Alberto Fujimori 42 %’. Apreté mi puño derecho con fuerza. Me senté para escuchar a los analistas, pero todo se hizo oscuro en un instante. En un canal ‘El Chavo del 8’ salía al aire cuando el país estaba pendiente del futuro político, en otro una serie de dibujos animados cubría la pantalla. La Dictadura otra vez había estirado sus tentáculos. En la noche, cerca de las 9 pm, el candidato oficial estaba adelante y habría segunda vuelta.
La semana siguiente ni me aparecí en la universidad, con ella hablábamos bien tarde, porque yo pedí trabajar de amanecida en la revista, buscar desgracias en la madrugada y antes de salir a mis comisiones, la timbraba a su casa y siempre era lo mismo: ‘renegar, perder las esperanzas’ y un ‘hasta mañana’ muy triste.
Habíamos perdido el entusiasmo, nuestra gran guerra había terminado de la peor manera y ni ella ni yo podíamos vernos. Mirarnos a la cara era recordarnos mutuamente que un hombre nos había destruido las ilusiones. Juntarnos solo serviría para maldecir al mundo y a cada uno de los que estén cerca considerarlos ineptos, incapaces por haber permitido que el ‘Chino’ siga en el poder.
La bendita Segunda vuelta estaba anunciada para la primera semana de junio, faltaba mes y medio y nuestras comunicaciones habían mejorado. Yo había abandonado definitivamente la universidad y ella estaba metida en sus estudios. Todos los días, a las11 pm la llamaba al número de su casa y reíamos. Entonces aprendí a contarle anécdotas del trabajo, de los policías que nos llamaban y todo para que su nombre salga en las crónicas. A veces la sentía triste, como desesperada porque el gobierno seguía haciendo lo que se le venía en gana. Entonces le hablaba de un cantante, de un trovador y le cantaba. ‘Yo no te pido que bajes una estrella azul, solo te pido que mi espacio llenes con tu luz’.
Una noche la llamé y no estaba, intenté a su celular y estaba apagado. Sentí temor, después celos, pero me calmé, aunque no salí de la redacción ese día. Cerca de las 2 y 30 am sonó el teléfono del trabajo. Levanté el fono y era ella: ‘Perdóname, era cumpleaños de mi amiga Elsa, todos nos fuimos a celebrar un rato. Todo fue tan rápido que no te pude llamar, pero no vuelvo a salir sin avisarte’. No me dio bronca, tampoco me sentí poderoso, solo feliz, como si fuera mi chica y contándome lo que hizo. Entonces, no quise arriesgar y le cambie el tema. ‘Duerme, debes estar cansada, debo salir, parece que hay un choque por la avenida Arequipa. Ya estoy tranquilo, porque ya estas en casa sana y salva’.
Una semana antes de la bendita Segunda vuelta, era inevitable hablar del tema. Alejandro Toledo, líder de la oposición, había anunciado su renuncia y fue ella quien me daba el dato. ‘Me han dicho que después de esa mentira que van hacer, la gente se reunirá en Plaza San Martín para burlarse de la farsa’.
Y fue así. Llegamos frente al hotel ‘Bolívar’. Eran cerca de las 7 de la noche y se anunciaba que Alberto Fujimori sería presidente por tercera vez con 75 por ciento de los votos.
La gente gritaba, saltaba y cerca de las 10 pm, anunciaban que por ‘Plaza Mayor’ bajaba un escuadrón de policías rompemanifestaciones. La tomé de la mano, le hice un gesto para apurarnos e iba adelante, sin soltarla y abriendo paso. Ella no decía nada y yo aprovechaba a pasar la punta de mi dedo índice por la yema de algunos de sus dedos. Pese a que ya estábamos lejos de la manifestación, no la solté y subimos a la combi. Recién, ya sentados en el vehículo, hablamos del día que nos tocó vivir.
Cuando bajamos, otra vez le dije ese apodo como me encantaba. ‘Bueno Democracia, hoy si te llevo hasta tu casas. Es tarde y domingo hay poca gente en la calle, esta todo muy solitario’. Ella me respondió con sarcasmo. ‘Si, porque en el Perú nadie tiene fuerza para defender la democracia, pero si para hacer el mal’. Cruzamos el parque y antes de cruzar la pista, como siempre le di un beso en su mejilla y acariciar su cabello.
Durante el resto del mes, apenas si nos vimos una vez. Fue para ir al centro cultural de España. Rafo Ráez se presentaba y con ella quedamos en encontramos frente al mismo local. Llegó bellísima. Tenía un pantalón plomo, un saquito del mismo tono del pantalón, un polo blanco y unos zapatos negros de taco chato. Ni bien me saludó, acomodó mi cabello y me preguntó por qué no me había peinado.
Gritamos, saltamos, aplaudimos sus indirectas al gobierno y como la última vez, la tomé de la mano para salir de allí y hasta el paradero no la solté.
Eran mis triunfos morales, mis alegrías infinitas. Creo que por miedo a que se acabe esa magia, evitaba verla más seguido. Siempre por teléfono, haciéndola reír y cantándole alguna canción romántica.
El día que el ‘Chino’ iba a asumir la presidencia, decidimos salir a almorzar. Ella llevaba un polo plomo con la caricatura de Jean Paul Sastre, en la espalda tenía la inscripción ‘Prohibido prohibir’. Un jean azul y unos zapatos negros. Me encantaba verla así, lejos de su ropa informal con que iba a su oficina. O mejor dicho, así me gustaba mucho más.
Nos enteramos por televisión de las revueltas de la oposición en la marcha de los ‘Cuatro Suyos’. Detenciones, abusos policiales y el rostro del oriental riendo, era todo lo que se veía en la pantalla.
Llegando a su casa, la dejé frente a su puerta, en el parque y yo sin cruzar la pista. La vi entrar y me percaté que la basta del jean se le había ensuciado.
Fue un mes duro, sin verla en casi 20 días. Había comprado un equipo de música a plazos, también había regresado al horario de día en la revista. Apenas si la llamaba al trabajo por unos minutos, porque teníamos miedo que su teléfono esté intervenido y la despidan. En las noches, la llamaba de un teléfono público de la esquina y luego regresaba a mi cuarto, me quedaba hasta las 2 de la mañana escuchando unos cd que compraba en Quilca.
Solo a fin de mes, quedamos en ir a escuchar al grupo ‘Del Pueblo’. Llegamos tarde, porque ella me esperó en la recepción de la revista. Casi media hora después que me avisaron que estaba en la recepción, pude salir. Llevaba una casaca de cuero negra, un jean que se notaba, recién se había comprado, unos zapatos negros que yo decía que eran del ‘Chavo’ y la risa de siempre. Nos fuimos caminando hasta el local y en el camino se desató su pasador y me agaché a amarrarlo y la gente me miraba y yo era feliz, sin importarme lo que digan cualquiera de esos imbéciles, que en su mayoría seguían haciendo su vida como si el país no tuviera problemas.
Ese día reímos mucho con las ocurrencias de Piero Bustos, el cantante del grupo. Saltamos, sudamos, tomamos dos jarras de cerveza y gritamos como niños ‘Y va caer, y va caer, la dictadura va a caer’. No creíamos que eso suceda pero nos servía para limpiar el alma.
Como era costumbre, la tomé de la mano a la hora de salir del local y así nos fuimos hasta la avenida a tomar el taxi. Nos costó media hora encontrar un chofer que nos quiera llevar hasta el barrio.
Pero esa noche todo fue diferente, porque jamás solté su mano y cuando subimos al carro, la dejé que se acomode y uno vez sentados, la volví a tomar, pero entrelacé mis dedos con los suyos y así llegamos hasta su casa. Ella, preocupada, me dijo que la deje y que siga en el mismo auto hasta mi hogar. Cuando bajó, me miró a los ojos, sonrió y después de mirarme un segundo, besó mi mejilla.
No nos comunicamos dos días, pero fue a mitad de semana que la llamé y me avisó que estaba en exámenes y yo le hablé que el viernes viajaba a Chiclayo, porque mi equipo de fútbol jugaba allá y quería acompañarlo como un hincha fanático que era.
De regreso hablamos mucho, de mi pasión por mi club, de mis ganas de un día convertirme en un gran escritor y esos sueños por publicar un libro. Ella me habló que se iba a quedar contratada en el Ministerio, pero que ella soñaba algún día en una empresa financiera y que no le gustaba el fútbol y que Diego Maradona le parecía un patán y fumón, pero que si yo lo quería no volvería a hablar mal de él por respeto a mí.
Reímos de buena gana y ella soltó un comentario positivo ‘Ojalá todo sea indo para ambos, creo que todo no pueden ser derrotas’ y preferí no añadir más porque volveríamos al eterno tema de nuestro fracaso por derrotar a la dictadura.
Todo iba pasando muy rápido, Fito Páez eras mi eterno en mi equipo de sonido compañero y un jueves 14 de Septiembre, un rumor llegaba a los oídos de todo el país. La oposición iba a presentar un video que iba a traer abajo el gobierno. No quise tomarlo en cuenta, porque no quería generar falsas expectativas en mí y mucho menos llamarla, porque no deseaba emocionarla con cosas que solo eran chismes, porque sabía como sufría con ese tema.
Cerca de las cinco de la tarde, todos gritaban que pongan al canal 8 del cable.
Mientras un reportero avisaba que en breves minutos se iba a revelar todo el misterio, fui armando mi crónica.
Hasta que salieron los políticos opositores. Los vi aparecer con el rostro lleno de optimismo, mi corazón latía como aquella vez que ella me tomó del brazo y delante de ese policía me pidió que avanzara.
Mostraron el video: Vladimiro Montesinos, asesor y director del Servicio de Inteligencia, responsable de muertes y desapariciones, recibía en su salita de su oficina y le entregaba 15 mil dólares al Congresista Alberto Kouri, para que abandone su bancada y sen integre al del partido de gobierno.
Era un golpe contundente. Timbro el anexo de mi sección, mi amiga Tatiana respondió y me dijo: ‘Te llama tu flaca’, pero ni lo tomé en cuenta. Ni bien dije ¿aló?, ella me interrogó con voz esperanzada esperanzada. ¿Y ahora que va a pasar?. ‘No lo sé’, le dije, ‘pero esto lo mueve al gobierno, varios van a tener que renunciar y seguro lo hace tambalear a este maldito’.
Recuerdo que me dijo que se iba a la Universidad, le pedí que tenga cuidado porque debe estar todo muy movido y le agregué que tenía que entrevista a un asesino que estaba en la comisaría de Apolo, pero en la noche, porque el Comisario recién esa hora podía dejarme entrar. Le mentí, la verdad que todos decían para ir a tomar unos tragos al ‘Queirolo’ y analizar el futuro político del Perú y yo quería estar allí.
Al día siguiente hablamos a la hora del almuerzo. Había llevado su comida y yo en mi oficina, producto de la resaca, apenas si tomaba un jugo de papaya con hielo.
En la noche me metí a la cama y agradecí que al día siguiente fuera sábado.
Cuando desperté, eran cerca de las 11 de la mañana. Busqué agua helada en la refrigeradora y tomé un vaso. Puse un disco de Andrés Calamaro, de sus tiempos en que cantaba en ‘Los Rodríguez’. Echado en la cama, traté de leer una revista ‘El Gráfico’ de Argentina pero me ganó el cansancio y me volví a quedar dormido. Almorcé a las cuatro de la tarde mientras veía televisión, puse Canal ‘N’ y allí se anunciaba que en la noche iba a hablar el Presidente. Me pareció extraño y la llamé, pero su mamá me avisó que había salido y me volví a meter en el cuarto. Con aires renovados, busqué un disco de Víctor Jara, regalo de Tatiana cuando regresó de Chile, lo puse y cuando sonó el tema ‘Venceremos’, lo canté como un militante de izquierda. Cerca de las 7 y 30 me llamó: ‘Dicen que va hablar el asesino’ fue lo primero que me comentó, y le respondí que sería bueno verlo y escucharlo. Entonces ella me dijo que sí y que hablaríamos después de su discurso.
Decidí entrar a la ducha y cuando me estaba secado el cuerpo, en la televisión se escuchaba la voz del tirano. Salí apurado y vi a toda mi familia frente al televisor. Me paré al costado de mi hermana y el hombre que odiábamos tenía el rostro cansado, derrotado y anunciaba de manera categórica que desde ese instante iba a ser desintegrado el SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) y que al siguiente año llamaría a elecciones y él ya no sería candidato. De inmediato sonó el teléfono de la sala y corrí a levantar el fono. Era ella, a la que no veía su cara pero estaba seguro que tenía esa sonrisa que me atrapó desde la primera vez que la: ‘Ven, ven a buscarme a la casa’ y colgó.
Salí lo más rápido posible, casi corrí y entrando al parque me di cuenta que jamás había tocado su puerta y me sentí nervioso, pero me convencí que tenía que hacerlo. A dos metros se abrió y cuando iba a preparar la frase: ‘Por favor, le podría…’, dejé de pensar en eso porque era ella quien salió. Estaba despeinada, con sus zapatillas Old Star’ ya gastadas y comprendí que había pasado bastante tiempo desde que la conocí y me fui enamorando.
Corrió hacia mí, me abrazó llena de euforia y entonces le dije con toda la emoción que sentía: ‘Hola Democracia’ y ella me besó en mi mejilla y reía y reía, entonces acaricié su rostro y repetí ‘Hola Democracia’ y ella me besó en la otra mejilla y yo la tomé de su cabeza y ella me miró riendo e intrigada. No me sacaba la mirada y fue cuando le canté: ‘Y ya cayó, y ya cayó, la Dictadura ya cayó’ y nos besamos en los labios. Con fuerza, como queriendo que en ese beso se vaya todos los días llenos de decepción. Era una forma de decirnos mutuamente gracias por la justicia que había aparecido’ y se separó y sentí que sus labios me daban vida, era una fuente inagotable de alegrías y pensé en Tatiana, que ahora si tendría que decir con razón ‘te llama tu flaca’.
‘Tengo que estudiar, es bastante, no puedo quedarme más tiempo, solo te llamé para festejar un instante’.
No sé que significaba eso. Si me estaba diciendo que el beso solo era por la emoción del momento o acaso mi miedo me sembraba dudas que no existían.
Le di un piquito y sonriendo le solté un suave: ‘Chau’.
Ya le había dado la espalda, cuando escuché su voz. ‘Amor, llámame cuando estés en tu casa para saber que llegaste bien y mañana temprano hablamos para ver a que hora nos vemos en la tarde. Porque a partir de ahora te me olvidas del fútbol, de tus amigotes, porque los fines de semana son solo para mi’ y cerró la puerta.
Entonces comprendí que habíamos zafado de un asesino y que nuevos aires de democracia llegaban por estas tierras, pero yo, sin elecciones ni plebiscitos, entraba a la Dictadura del amor y recordé a Maradona, quien aseguró que no todos ese tipo de gobiernos eran malos. Tenía razón: A mí me hacía feliz.

12 comentarios:

  1. wuau Otra historia que me cautivo hasta el final. El romanticismo que usas en tus historias hacen tan facil leerlas aunque se hable de politica. besos Fanny

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  2. Bravo!!!!
    ...nada más.
    P.P.T

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  3. no se como puedes criticar a la unica persona que fue capaz de enfrenatr el terror tanto en la cantuta como en la san marcos. Si bien es cierto hubo excesos pero en la medida que se vivia una guerra habia que actuar.....hoy somos una economia fuerte en sudamerica gracias a la politica economica que comenzo en el gobierno de Fujimori....una economia que abrio las puertas a la inversion extranjera gracias a la pacificacion que ahora gozamos......la ignorancia es grande y el papel soporta cada idiotez.....en fin.

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  4. Tanto luchar contra la DICTADURA que la doña se convirtió en una para domarte sin resquicio de alzar tu voz...solo sentir su amor. Esa es la mejor: LA DICTADURA DEL AMOR. Y, sobre ese que escribió arriba. Cuánta ignorancia leo en tus palabras. ¿Qué somos una ecnomìa fuerte gracias a Fujimori? y ¿que gozamos de una pacificación? En qué país vives para ir a visitarte? Solo coincido en algo contigo, Daniel. EL PAPEL SOPORTA CADA IDIOTEZ!!!

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  5. Por tu forma de escribir como que eres el que escribio la nota. Seria bueno que pongas tu nombre. Yo tengo un amigo el cual piensa como tu y que cierta vez me dijo de una forma u otra admiro la forma como Bologna manejo la economia peruana durante el tiempo de crisis, luego del horror que nos dejo Alan Garcia, fuera del FMI, fuera de la economia mundial, sin capacidad de pagar la deuda externa, ergo, sin credito ante cualquier ente financiero. Gracias a la pacificacion miles de personas pueden estudiar en forma gratuita en las diferentes universidades estatales sin preocuparse por algun motin senderista. Tuve la bendicion de tener a mi padre y siendo decano de la UNI implemento el primer laboratorio con PCs para su facultad y paso noches durmiendo en dicha universidad ante las amenazas cobrades de sendero en destruir dicho laboratorio. Yo solo le doy gracias a Dios que el Peru a pesar de todo sigue adelante incluso superando en este momento al vecino del sur respecto al crecimiento economico. Somos uno de los pocos paise que no hemos entrado en recesion economica....en fin....haya tu con tus ideas.

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  6. Fe de erratas
    quise decir: alla tu con tus ideas

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  7. Lalo
    Después de leer el final, reafirmo que todas las dictaduras son malas... sobre todo para uno que quiere ser un eterno íconoclasta. La verdad que el relato me llevó a recordar esa época vergonzosa de nuestra historia... aunque a decir verdad, en esas épocas negras, nuestras historias de amor, nos hacían sonreir.

    Rubén

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  8. vochita esta genial broder tus historias teletransportan a lugares tiempos
    sonidos
    costumbres
    y las conclusiones tuyas son buenas esa d ela dictadura del amor me encanto

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  9. Hola, me gustó bastante tu post, espero podeer leerte seguido. Un abrazo. Richard S.

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  10. Para Daniel, todo es según el cristal con que se mire, seguro que opinas así porque para suerte tuya ningún familiar o conocido tuyo fue ajusticiado sin un debido proceso, te aseguro que si hubieras pasado por una lamentable pérdida, opinarias totalmente diferente a lo que opinas. Richard S.

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  11. Ya púes gordo... escribe más..

    Beso gordo bello

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  12. peruano... a pesar de lo cruel que es la dicatura, me atrapo la historia, ya que esa dictadura del amor , fue la que le dio el encanto , porque el AMOR , en todas las situaciones de la vida es el elemento que tiene la magia de mantener la esperanza ...

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